Humanos tras
los barrotes
El film que se exhibirá hoy en el Ecunhi, como parte del II Festival Argentina Negra, es un auténtico paseo por el horror, al poner el foco en los zoológicos humanos que proliferaron por toda Europa entre 1870 y 1930, exhibiendo a los negros como animales.
Por Oscar Ranzani
Las estadísticas indican que más de 400 millones de personas asistieron a los zoológicos humanos que proliferaron en Europa entre 1870 y 1930. Aunque cueste creerlo, en esa etapa de civilización moderna se reclutaban negros africanos y de otras regiones para ser exhibidos en espacios al aire libre perimetrados por alambres como si fueran animales salvajes. Lejos de despertar la indignación, los visitantes fueron en franco aumento: así se los pudo observar en Lyon, Torino, Londres, Hamburgo, Bruselas, Ginebra y París, entre otras ciudades. Sobre esta tremenda experiencia gestada por Occidente en plena época de conquista de colonias, focaliza el documental francés Zoos Humains, dirigido por Pascal Blanchard y Eric Deroo, que podrá verse hoy a las 16, como parte de la numerosa programación del II Festival Argentina Negra (ver recuadro) en el Ecunhi, Av. del Libertador 8465, con entrada gratuita.
Las imágenes son impactantes: algunas de ellas pertenecen a Baño de negros, película filmada por los hermanos Lumière en el Jardín de Aclimatación de París en 1896. En los inicios, el “espectáculo” consistía en organizar un baño, depositar a los niños en canoa y como parte del “juego” arrojar monedas al agua para que los chicos las recogieran. No eran únicamente los negros las víctimas de semejante idea racista: había también liliputienses y enanos y hasta una mujer barbuda que era exhibida casi como un trofeo de guerra. El objetivo era provocar el asombro del público y, además, complacerlo. Es por eso que los organizadores no tenían ningún reparo en exhibir a las mujeres con los senos desnudos.
Carl Hagenbeck era un importador de animales y su trabajo consistía en vender los ejemplares a los zoológicos: era el boom de los zoos franceses, ingleses y alemanes. A fines del siglo XIX, St. Paulí se caracterizaba por ser un barrio poblado de teatros, cafés, museos de cera y cabarets. Estaba situado en Hamburgo. En esa ciudad comenzó a funcionar la Casa Hagenbeck en 1848. Años después, en 1874, se inauguró el Zoo de Hagenbeck. Allí empezaron los primeras exhibiciones étnicas que luego continuaron por toda Europa. Desde entonces, el “espectáculo antropozoológico”, como lo llamaba Hagenbeck, se convirtió en un éxito masivo y numerosos empresarios recorrieron Asia, América y, fundamentalmente, Africa, en busca de poblaciones cada vez más “exóticas” que eran consideradas “salvajes”. Transportados como animales raros, “¿sabían estos hombres que, a su pesar, serían los actores del imaginario de Occidente?”, se pregunta un entrevistado en el documental.
El éxito de las exhibiciones racistas en los zoos humanos puede entenderse por la convergencia de varios factores señalados en el documental: la gente quería ver “espectáculos” pero también eran muchos los curiosos por contemplar “al diferente”. Por otro lado, verlo detrás de una reja le permitía al público entender las nociones de poder y jerarquía. Pero los zoos humanos iban más allá del “espectáculo”: los grandes estados europeos los mencionaban en sus discursos coloniales.
El cambio de siglo significó también una modificación en los zoos humanos: ya no eran espacios cerrados, dejaba de existir la barrera de separación entre el visitante y el visitado. Se hacía menos hincapié en el encierro, como si los organizadores estuvieran preocupados por la libertad de los individuos que reclutaban. Nada más alejado de eso. Los empresarios querían montar shows más producidos y traían lo que se denomina en el documental grupos itinerantes de “diversión”. Muchos de esos grupos provenían de Senegal y se exhibían por toda Europa. También se hacían giras por ciudades balnearias. Si había habido una guerra en la región donde vivían las víctimas, ahora el “espectáculo” consistía en hacerlos actuar al aire libre y sin cercos lo que habían vivido en carne propia. Con el tiempo, fueron desapareciendo estos recintos del terror antropológico, donde los ciudadanos europeos solían divertirse mientras otros seres humanos sufrían la humillación, la degradación de la condición humana y el castigo del hombre convertido en objeto.